- por Teo Santillán
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Ferdinando Trastámara d’Aragona, de la rama de Nápoles, universalmente conocido como Ferrante y también llamado por sus contemporáneos Don Ferrando y Don Ferrante[1] (2 de junio de 1424, en Valencia – 25 de enero de 1494, en Nápoles), fue el único hijo, ilegítimo, de Alfonso I de Nápoles. Fue rey de Nápoles de 1458 a 1494.
Fue uno de los monarcas más influyentes y temidos de la Europa de la época y una importante figura del Renacimiento italiano. En sus treinta años de reinado trajo paz y prosperidad a Nápoles. Su política exterior y diplomática destinada a asumir la tarea de regular los acontecimientos de la península para no perturbar el equilibrio político dado por el Tratado de Lodi, afirmar la hegemonía del Reino de Nápoles sobre los demás estados italianos y estrechar a través de sus diplomáticos y de los matrimonios de sus numerosos hijos legítimos y naturales, una densa red de alianzas y relaciones con soberanos italianos y extranjeros, le valió la fama y el apodo de Juez de Italia, además de ser reconocido como un generoso mecenas. [2][3][4][5][6]
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La creación de la política exterior y el ejercicio de la guerra suelen depender en gran medida de las personalidades y las circunstancias de los gobernantes. Esta es, tal vez, una verdad desconcertante que puede ser mitigada por el desarrollo del derecho internacional, las alianzas y los tratados multilaterales o unilaterales. La mitigación, sin embargo, sólo llega hasta cierto punto, ya que las leyes y los tratados pueden ser presa de una interpretación selectiva al servicio de las ambiciones políticas individuales, tanto nacionales como internacionales. Si a esto se añaden las perspectivas selectivas perpetuadas por múltiples medios de comunicación sobre los políticos y las poblaciones extranacionales, la influencia de la personalidad se hace muy difícil de descartar. La importancia de las personalidades en la configuración de los asuntos exteriores no es ciertamente un debate nuevo, pero puede resultar útil examinar su efecto desde un punto de vista más alejado e histórico. El caso de una pequeña crisis anglo-española de la Guerra de los Siete Años (1756-63) en la que los ministros británicos se esforzaron por mantener la neutralidad española ilustra cómo la política y la estrategia exteriores británicas podían verse desbaratadas por las personalidades enfrentadas de la Corte española.
Famoso rey español
Detalle de «El rey Fernando VI y la reina María Bárbara de Braganza en la Lancha Real de Aranjuez» de Antonio Joli (1700-1777). Parte de la exposición «Eyewitness Views: Making History in Eighteenth-Century Europe» en el Cleveland Museum of Art de Cleveland, Ohio, en Estados Unidos. Pintado hacia 1752, este óleo sobre lienzo mide 20,75 por 51 pulgadas. Está en manos de un coleccionista privado. La exposición se centra en la veduta (palabra italiana que significa «vista»), pinturas muy detalladas y a gran escala. Generalmente se centran en paisajes urbanos o paisajísticos, a menudo centrados en un acontecimiento concreto. Fue organizada por el Museo de Arte de Cleveland, el Museo J. Paul Getty y el Instituto de Arte de Minneapolis.
Carlos III de España
[CARTA EXECUTORIA, MANUSCRITO–ESPAÑOL]. Fernando VI, Rey de España (1713-59). Carta executoria de Hidalguia, a favor de Don Miguel Izquierdo, en español. MANUSCRITO ILUMINADO SOBRE VITELA. Villaviciosa, 5 de septiembre de 1758.
[CARTA EXECUTORIA, MANUSCRITO–ESPAÑOL]. Fernando VI, Rey de España (1713-59). Carta executoria de Hidalguia, a favor de Don Miguel Izquierdo, en castellano. MANUSCRITO ILUMINADO SOBRE VITELA. Villaviciosa, 5 de septiembre de 1758.
306 x 208 mm. 13 hojas, DOS ILUMINACIONES A PÁGINA COMPLETA que incluyen las armas del concesionario, y 6 iniciales más pequeñas en rojo, verde, marrón, azul, negro y dorado, 25 líneas escritas en una prolija letra redonda en tinta negra, dorada y roja, tres reglas decorativas rojas alrededor del texto (algunas ligeras torceduras en las esquinas inferiores). Terciopelo azul español contemporáneo, con sello real de cera de 3 3/4 pulgadas (cera rota), dentro de un estuche de metal y atado con cordones de seda (carece de ataduras, ligeros roces en el lomo y los bordes).
La heráldica comenzó en España en el siglo XI, como medio de distinguir a los distintos caballeros y nobles en el campo de batalla. La nobleza española se diferenciaba de muchas de sus homólogas europeas en que la pertenencia a la misma se determinaba casi exclusivamente por el cumplimiento del servicio militar. Además, a diferencia de muchas otras naciones europeas, la nobleza española podía heredarse por línea femenina. Esta patente fue expedida a Don Miguel y concedía tierras, casas, derechos y privilegios para él, su familia y sus descendientes.